noticias de gipuzkoa (2015-11-15)
A Ohian y Maren, a sus quince meses, eso de la gestación subrogada les suena a chino, como a casi todos. Tampoco saben quién es esa mujer estadounidense con la que sus padres, Igor Lansorena y Leyre Goitia, wasapean y hablan por Skype. Cuando la curiosidad se les despierte, les explicarán que “la barriguita de amatxu no funcionaba” y que Sam les ayudó albergándolos en la suya hasta que nacieron. “Lo afrontamos con naturalidad. Si lo escondes o mientes, es que te avergüenzas de ello”, dice Igor. Y no es el caso, ni mucho menos.
A Ohian y Maren, a sus quince meses, eso de la gestación subrogada les suena a chino, como a casi todos. Tampoco saben quién es esa mujer estadounidense con la que sus padres, Igor Lansorena y Leyre Goitia, wasapean y hablan por Skype. Cuando la curiosidad se les despierte, les explicarán que “la barriguita de amatxu no funcionaba” y que Sam les ayudó albergándolos en la suya hasta que nacieron. “Lo afrontamos con naturalidad. Si lo escondes o mientes, es que te avergüenzas de ello”, dice Igor. Y no es el caso, ni mucho menos.
Una enfermedad rara que amenaza a
sus pulmones impide a Leyre quedarse embarazada y le niega, por si fuera poco,
la posibilidad de adoptar. Lejos de renunciar a su deseo de ser padres, esta
pareja de Muskiz empezó a investigar en qué consistía esa técnica de
reproducción asistida a la que recurrían algunos famosos y que les sonaba “de
oídas”. Como Igor había trabajado en Boise (Idaho), buscó un par de agencias
allí y pidió a un amigo que contactara con ellas y comprobara que “esas
oficinas eran reales”. Solo obtuvo respuesta de una.
“Te da un poco más de seguridad,
pero al final te tienes que fiar de personas que están a 8.000 kilómetros
de distancia. Hay un momento en el que te tienes que lanzar un poco al vacío”,
reconoce este periodista, que en agosto de 2013 viajó a Boise para firmar los
correspondientes contratos, aportar su esperma y elegir a una donante de óvulos
y a una gestante. “Deben ser personas diferentes porque si no, los niños serían
biológicamente de la mujer que los gesta y habría más dificultad para que luego
les tuviera que decir adiós”, explica Igor.
El feeling con
la gestante debe ser mutuo, ya que si ella “no se siente cómoda” con la pareja,
puede rechazarla. “De hecho, nuestra gestante había dicho antes que no a otros
porque no le gustaron los motivos por los que querían ser padres a través de
gestación subrogada”, señala. Una prueba de que Sam no se ha prestado a acoger
embriones ajenos por dinero, sino porque “para ella su familia es
superimportante y le producía mucha pena ver que había otras parejas que
querían tener hijos y no podían”, asegura Igor, que se considera “muy
afortunado” porque, tras la fecundación in vitro y la transferencia de
embriones, consiguieron un embarazo a la primera. “Nos ha salido todo a la
perfección, pero no es así en todos los casos. Esto está sujeto un poco al
azar”, advierte.
CONTRACCIONES POR ‘WHATSAPP’ Vivir
la gestación de tus hijos con un océano de por medio no es fácil. “Cuando tu
pareja está embarazada, lo vas viendo poco a poco y lo vives con mucha ilusión.
Todo eso en la distancia no lo puedes disfrutar igual”, reconoce Igor. Y eso que
ellos han estado en permanente contacto con Sam. “Llegabas un día de trabajar y
le escribías: ¿Qué
tal estás?, ¿tienes antojos?Cuando comienzas un proceso de gestación
subrogada, se te abre una ventana muy ilusionante”, se sincera.
Las falsas alarmas, vía WhatsApp,
son en estos casos de pura taquicardia. “Un fin de semana que fuimos a Madrid
nos escribió Sam diciendo que tenía contracciones. Faltaba un mes para que
fuéramos a Boise. Imagínate el susto. El viaje a Boise serán 16 o 18 horas. Fue
una falsa alarma, pero sí hay miedo a que ocurran cosas como esta”, relata.
El temor de que la gestante
pudiera quedarse con sus hijos, sin embargo, nunca lo tuvieron. “Eso es de
gente que desconoce el proceso. Los niños no son biológicamente suyos y ella lo
decía: Yo
sé que no son mis hijos, aunque les voy a tener cariño. De hecho, nos
ofrecieron estar en la habitación contigua el día del parto”, recuerda. Leyre
incluso les vio nacer. “Fue algo mágico”, dice Igor.
Una vez celebrado el juicio, en
el que “Sam renunció a los derechos que podría tener por gestarlos”, los niños
obtuvieron el certificado de nacimiento, el pasaporte y la doble nacionalidad
americana y española. Leyre, que es profesora, no pudo, sin embargo, disfrutar
de la baja por maternidad y tuvo que pedir una excedencia.
Por desgracia, lamenta Igor, aún
hay muchas personas que piensan que las gestantes hacen negocio.
Algo que él desmiente categóricamente. “Tienen que tener una posición económica
estable y, además, la cantidad que se llevan es pequeña con respecto al total.
Lo que más cuesta son los gastos médicos”, precisa.
En poco más de año y medio Igor y
Leyre ampliaron su familia a lo grande, no solo con sus mellizos, sino también
con Sam, su marido y sus dos hijos. “Hemos ganado unos familiares. Tenemos
previsto viajar a Boise en el futuro, que ella venga… Una de las cosas más
bonitas, aparte de los niños, es la relación con ella. Gracias a su
generosidad, hemos podido ser padres”, agradece.
“AHORA TODO SON TRABAS” Ainhoa
siempre ha querido tener hijos. Con 18 años hasta guardó una camisa que le
quedaría “de lujo” cuando estuviera embarazada. La cardiopatía congénita que
padece le ha trastocado su sueño, pero solo en parte porque, si todo marcha
según lo previsto, dentro de un par de meses será madre gracias a una mujer de
Ucrania, que está gestando el embrión de esta gasteiztarra y su marido. “Lo más
difícil es la distancia y el enterarte de todo vía mail. Resulta más frío y, a
veces, duro. Hay un cierto grado de ansiedad permanente. Lo bueno es que no
somos los primeros y tranquiliza mucho hablar con parejas que ya están de
vuelta”, explica Ainhoa, que recibe noticias de su embarazo
a distancia cada
dos semanas.
Aunque siempre han confiado en la
gestante -“ese ha sido nuestro acto de fe”, apunta-, sí tuvieron dudas al
elegir la agencia. “Siempre hay cierto temor a dar con la gente equivocada. Por
eso es fundamental ponerse en contacto con foros y asociaciones, como Son
Nuestros Hijos, para contrastar la información. La gestación subrogada es un
salto al vacío y hay que procurarse una buena red que te acoja”, aconseja.
Ainhoa y Gonzalo -profesora y
funcionario, de 37 y 39 años- nunca imaginaron que en su embarazo
“intervendrían dos médicas de cabecera, dos cardiólogos, un hematólogo, dos
clínicas de reproducción asistida, una abogada, varios notarios, una jueza de
paz, una agencia de gestación subrogada, una traductora y una gestante”.
Regular esta técnica de reproducción asistida en el Estado facilitaría todo
este complejo proceso. “Haría mucho más llevadera, emocionalmente hablando, la
relación con la gestante y quitaría mucho estrés con toda la parte legal.
Actualmente todo son trabas: el
registro del bebé, el acceso a ayudas y prestaciones económicas, la
conciliación familiar sin baja maternal, la posterior adopción para legalizar
la relación entre mi hija y yo, previo visto bueno de la Fiscalía … Es un proceso
largo que desgasta económica y emocionalmente”, censura Ainhoa.
Hace poco que la pareja empezó a
recopilar enseres de amigos y familiares para preparar el nido.
“Les estamos muy agradecidos tanto por el apoyo material, como por el moral”,
manifiestan. Con la maleta de la pequeña prácticamente repleta, prevén viajar a
Ucrania antes de que la gestante salga de cuentas para poder asistir al
nacimiento de su hija. “Más que darle vueltas a si mantendremos o no el contacto
con la gestante, nos interesa cuidar mucho el momento del parto y los días
posteriores, que ella se sienta cómoda y respetada”.
COSTE EN EEUU
A partir de 100.000
euros. La gestación subrogada en Estados Unidos puede costar entre 100.000 y
150.000 euros.
FAMILIAS VASCAS
100
Se estima que cada año más de
cien familias de la CAV
viajan al extranjero para tener un hijo por gestación subrogada.